Dispensa de estatura: el equipo de futbol más pequeño de Yucatán
Por: Itzel Chan y Miguel Cocom
Fotografías: Rodrigo Díaz
Infografías: Púrpura Analytics
Pocas personas lo saben, pero así como hay un estado que lleva los apellidos del prócer insurgente, Quintana Roo es también el nombre del municipio menos poblado de Yucatán, con tan sólo 976 habitantes. Dentro de sus límites es probable que uno aviente una piedra y no le pegue absolutamente a nadie. Eso sí, mientras la entidad federativa más joven del país luce oficialmente las iniciales QR a partir de 1974, la localidad de Yucatán es municipio libre desde 1931, aunque su bautizo fue mucho, muchísimo antes. Digamos que este Quintana Roo, el de Yucatán, es el tocayo más añejo y, también, el menos visitado.
Ahí, en el corazón profundo del Mayab, lejos del litoral y los atractivos turísticos más reconocidos de la entidad y la península, se ubica el club de futbol soccer más breve del estado, integrado por jugadoras y jugadores de corta edad, como Saori (2 años), Elian (3 años) o Quique (6 años). A ras de césped, por su todavía baja estatura y por la forma en que juegan a nivel de piso debido al peso de balón, este equipo, el Club Deportivo Quintana (a espera que se decidan por otro nombre como los ‘Dragones’, ‘Maicitos’ o los ‘Zopilotes), nos enseña que en territorio yucateco el futbol es de los deportes que más se practican sin importar el número de cumpleaños: al igual que el béisbol sólo hace falta un poco de llano, cielo abierto y algo que cumpla las funciones de una pelota.
Llegar a Quintana Roo es tomar una bocanada de naturaleza, pues en el sitio aún prevalece la vegetación y esas postales típicas de las comunidades yucatecas, a diferencia de las ciudades en donde hay inundación de concreto.
Así, entre las personas que ahí habitan se abraza la cotidianidad de tal forma que conviven como si fueran una gran familia, lo que permite que, desde la persona de menor edad hasta la más grande, siempre se desarrolle un ambiente de confianza y cordialidad.
Al menos así lo demuestran los jugadores del Club Deportivo Quintana, al igual que sus mamás y papás, quienes se encuentran en cada entrenamiento, teniendo a la vez, un espacio para reforzar los lazos que existen en la comunidad. Con esos hilos van fortaleciendo el tejido social y las redes de convivencia. En mucho ayuda que con el número total de sus habitantes sólo se podrían integrar 88 equipos de futbol en comparación de los más de 90 mil que se formarían en Mérida.
Uno de los jugadores que ya sale a patear el balón de forma organizada es Elian, un niño de tres años que practica el balompié, de manera informal y formal aunque él aún no se dé cuenta. Para Elien llegar a cada entrenamiento es sinónimo de risas y mucha diversión con sus amigos.
Eyde Molina, mamá del futbolista en ciernes, disfruta los entrenamientos del más pequeño de su casa y considera que llevarlo a temprana edad es lo mejor que puede hacer por él en esta etapa de su vida. “Cuando estaba más pequeño me daba miedo que viniera a entrenar, pero ahora a sus tres años lo veo muy fuerte y divertido, me da mucha risa y ternura verlo patear el balón”, comentó.
Aunque ella de niña no practicó un deporte diferente a los juegos tradicionales que se fomentaban en la zona, señaló que aceptó la invitación del entrenador Jorge Canché para que su hijo fuera uno de los integrantes más pequeños del club de futbol. “Mi esposo y yo decidimos que tenía que distraerse y, sobre todo, vemos que disfruta trabajar en equipo y notamos que este deporte les enseña disciplina; es mejor que venga a que sólo vea televisión en casa”, agregó.
Antes el terreno que hoy usan para sus entrenamientos era un terreno baldío, pero la labor conjunta de madres, padres y trabajadores del Ayuntamiento de Quintana Roo ha permitido que hoy exista un espacio en el que los más pequeños del municipio aprendan desde cómo patear un balón hasta qué es y cómo ejecutar correctamente un regate.
Desafortunadamente, a causa de la pandemia por coronavirus (COVID-19), las actividades fueron suspendidas desde el 23 de marzo de 2020 y fue así como en el terreno volvió a crecer el pasto y la maleza; sin embargo, desde hace un par de semanas, el sitio volvió a lucir como el campo de futbol que en realidad es, porque para que exista una cancha de futbol basta con una superficie plana, un balón, un par de porterías y un grupo de niñas y niños ávidos de jugar.
Así, para el chapeo y la poda del terreno que hace posible la reactivación deportiva, la presidenta municipal Minelia Uicab ha brindado apoyo a las madres y padres de familia de los jugadores. De esta forma, cada tarde de martes y jueves, se reúnen para que sus hijos e hijas acudan a los entrenamientos, mientras que las personas adultas refuerzan la convivencia y también, llegan a acuerdos de qué se puede mejorar en la comunidad. A orillas de la cancha se construye el centro de la comunidad.
Jorge Manuel Canché es el profesor encargado de los entrenamientos y la formación de buenos hábitos, para él es importante ser parte de las Academias de Iniciación Deportiva que el Gobierno del Estado ha implementado en 105 municipios de Yucatán, un programa que inició en junio de 2019 en 25 ayuntamientos y que de forma paulatina ha ido ampliando su cobertura.
Él es un apasionado del futbol y ver al grupo patear un balón, intentar un desborde o marcar un gol, es una forma de recordar que el gusto por este deporte se puede fomentar sin inconvenientes en un ambiente sano. Actualmente, hay 31 niños y cuatro niñas en el club entre los tres y los 13 años y el entrenador Canché no descarta que cada vez sean más niñas las que se integren.
Melisa Isabel Cimé tampoco duda que esto suceda pronto porque esto puede verlo en las ganas que tiene su hija Saori de dos años, quien ya patea el balón con ganas y diversión. “Ella ve a sus hermanos más grandes y le gusta seguir lo que hacen, Saori siempre quiere venir a los entrenamientos, le encanta jugar con el balón y creer que juega futbol”, comentó.
Edith Poot es otra mamá testigo de lo mucho que la niñez disfruta el deporte en Quintana Roo, pues su hijo Quique hoy tiene seis años y comenzó cuando tenía cuatro.“Cuando empezó, no sabía patear el balón y ahora sabe muy bien elevar la pelota, veo que va avanzando y yo estoy de acuerdo con que siga porque es una buena oportunidad para mantener su salud”, indicó.
Edith y su hijo Quique, son habitantes de una de las 305 viviendas particulares que hay en el municipio y la suya, precisamente está casi enfrente del campo de entrenamiento. “Para mí es muy conveniente que vivamos cerca porque nada más me dice ‘¡mamá, ya vengo!’, y yo me asomo a cada rato para ver que siga en su entrenamiento, además aquí todos nos conocemos, sabemos que estamos en confianza”, añadió.
A sus seis años, Quique ya sabe dar una respuesta del porqué le gusta jugar futbol: “Es muy divertido, me gusta mucho y yo quiero ser portero del América. Me gusta jugar porque siento que me ven en el campo”. El deporte lo hace visible. La vocación ya la tiene y saber que hay paisanos yucatecos, como Henry Martín y Andrés Gudiño, en Primera División jugando en clubes como América y Cruz Azul, le da trayectoria y potencia al balón de sus sueños.
En el campo, las y los futbolistas de menor edad que practican el deporte conviven con adolescentes como Leonardo Pool, Didier Canché y Giovani Ucán, quienes se sienten afortunados de formar parte de un club con entrenamientos fijos, pues antes sólo se reunían a jugar el balompié sin conocer mucho las reglas.
“Desde muy chiquito he jugado y me gusta, me siento emocionado al entrenar porque antes sólo jugábamos en la plaza, pero sólo cuando se podía, ahora aquí nos vemos por las tardes y aprendemos más”, refirió Leonardo. Los adolescentes como ellos, también se vuelven una inspiración para los jugadores más novatos, como Elien y Quique, quienes a temprana edad ya saben de convivencia y deporte.
Así, en Quintana Roo, en el municipio más pequeño de todo el estado, por las tardes juega futbol soccer el equipo más pequeño de Yucatán. Y aunque ahora la cancha les parece “muuuuuy grande”, ya controlan plenamente el balón, de la misma forma en la que en unos años van a dominar sus pasos y a tomar el futuro con sus manos, sin que les marquen falta o fuera de lugar.