Por Ulises Carrillo y Miguel Cocom
De las frases memorables del infame Juego de Tronos, porque las intrigas de la FIFA son comparables, hay una de Tywin Lannister que destaca entre tantas batallas, espadas y traiciones en los Siete Reinos: “Cualquier hombre que deba decir ‘soy el rey’, no es un verdadero rey”.
Pelé, caudillo indómito del Cono Sur, con el esférico como única arma y el sudor en la cancha haciendo las veces de sangre noble, supo entonar mejor que nadie las canciones de hielo y fuego del estadio, porque él tenía muy claro de dónde viene el derecho a reinar de once en once.
Ante tantos debates acalorados respecto a quién fue, es y será el mejor futbolista de la historia, el nacido en Três Corações, en el estado brasileño de Minas Gerais, siempre guardó un absoluto y esclarecedor silencio. Ese derecho ya se lo habían dado desde los 17 años.
Aún no tenía edad legal para comprar alcohol cuando Pelé ya era considerado tesoro nacional, ídolo mundial y monarca universal del reino delimitado por las líneas de cal. Él sí podía montar dragones, porque tenía fuego en el pecho.
Su nombre de simple mortal fue Edson Arantes do Nascimento, en honor a Thomas Alva Edison y fue un acierto. Mientras el científico norteamericano inventó la bombilla eléctrica, el jugador brasileño patentó el jogo bonito, ese futbol electrizante que se conducía por las líneas del Scratch du Oro y electrocutó al mundo entero.
Pelé nunca se cansó de crear, él le puso color al futbol soccer antes, mucho antes, que Guillermo González Camarena descubriera el sistema tricromático secuencial de campos. Así, a pura gambeta y genialidad de cancha, Edson Arantes dio luz a lo que actualmente conocemos como el futbol moderno; saga que narra las proezas de Di Stéfano, las maravillas de Diego Armando Maradona y la de sus sucesores en estos días, los que ya no tienen sangre ni linaje Valyrian y no obstante sueñan con reinar.
Como buen Rey, Pelé se dio tiempo para apaciguar crisis más allá de sus dominios. Mientras otros futbolistas incendian la llama de los conflictos con lenguas largas y mal espíritu de victoria, O Rei propició una tregua en la guerra civil nigeriana para verlo jugar junto con el Santos. Algunos necesitan del apoyo de una ‘Mano del Rey’, a Pelé siempre le bastaron sus pies.
En las sucesiones del presente por el trono de hierro del fútbol, los nuevos pretendientes compiten por brillar en las redes sociales; Pelé, en cambio, siempre estuvo presente en las jugadas legendarias. En “La Atajada del Siglo”: ahí está Pelé y Gordon Banks. En “El Mejor Gol anotado en el Maracaná” ahí está Pelé con una jugada en la que gambeteó a todo el equipo contrario. Obvio, en “El Mejor Gol que no fue Gol”: ahí está Ladislao Mazurkiewicz y también un Pelé que, en palabras de Sérgio Rodrigues en su novela El Regate: “Cambia el camino trillado del gol, del gol seguro que había hecho tantas veces, por el incierto que, como veremos, jamás haría”.
A los necios que en las estadísticas buscan al mejor, la serenidad del Rey lo dice todo: campeón mundial a los 17, bicampeón a los 21, tricampeón a los 29. Lo difícil no es anotar tantos goles como Pelé, lo imposible es anotar como él lo hacía, dicen los que saben. Si bien 82 años de vida no son muchos en estos tiempos de redescubierta longevidad, sí es una existencia matusalénica cuando se era inmortal desde la adolescencia. Fueron larguísimas seis décadas y media de trayectoria casi ejemplar y serena, más de mil goles, aunque la FIFA le regatee unas centenas de anotaciones, pero no olvidemos que es la misma organización que regala penaltis en finales del mundo con todo y revisión por video.
A Pelé nadie lo detuvo en buena lid, únicamente lo hicieron tropezar las jugadas sucias de quienes entraron a la cancha a romperle una pierna y un cuarteto infame de defensores: cáncer de colón, infección respiratoria, disfunciones renales y crisis cardiacas.
Eso sí, hasta en su último aliento Pelé nos regaló una gran jugada de contragolpe. La historia que inició con un acta bautismal y nombre en homenaje a Thomas Alva Edison, concluyó en el Hospital Albert Einstein de São Paulo. “La invención de la teoría de la relatividad del futbol soccer”, así podría titularse la biografía de Pelé, la que descifra todas las leyes del universo del balompié. El Rey que convirtió la cancha de fútbol en el centro de la humanidad se ha ido. Él ya era inmortal, así que -como escribió Neruda- únicamente le faltaba morir. Los dragones lo acompañarán en sus nuevas canchas.
Artículo publicado originalmente en La Jornada Maya el 30/12/2022