Por Miguel Cocom
Los mayas fueron de las primeras civilizaciones del mundo en utilizar el cero en su sistema de numeración, según diversas fuentes su uso está documentado alrededor del año 36 a.C. Por eso, tiene mucho sentido que dos mil años después, varios baktunes en la larga pizarra de la historia, un lanzador en Yucatán reinventara el cero desde una ‘lomita’ en el Parque Kukulcán.
El 7 de agosto de 2005, Óscar Rivera – un yucateco nacido en Sonora o el sonorense más yucateco –, colgó un círculo impecable durante nueve entradas en el séptimo partido de los play offs frente a los Guerreros de Oaxaca, lanzando el único juego perfecto en la historia de la postemporada de la Liga Mexicana de Béisbol. Los maderos zapotecos nada pudieron hacer ante el movimiento circular y preciso de la pelota maya. Cero carreras, cero hits y cero errores se leyó en el tablero del estadio para un resultado casi vacío que llenó las memorias del béisbol yucateco y nacional.
Y si para los mayas, su sistema se basaba en el número 20, esa noche de hace 17 años el pitcher de los Leones de Yucatán utilizó un sistema base 0, porque retiró en orden a los 27 bateadores rivales, ningún bateador del equipo contrario pisó base alguna, una gesta que presenciaron en vivo y en directo poco más de 10 mil espectadores en el parque de pelota, aunque si le preguntas hoy a cualquiera de los 2 millones de habitantes del estado te asegurará, con absoluta certeza, que por supuesto que estuvo en el estadio durante esa jornada perfecta. ¡Faltaba más!
El partido inició oficialmente a las 18:02 horas en punto, y arrancó con un lanzamiento fuera de la zona de strike, con una bola, lo que demuestra que la perfección muchas veces toma caminos irregulares. Y así lo reconoce Óscar Rivera cuando afirma que “No siempre se puede ser perfecto, pero siempre se debe ser constante. Y eso está perfecto”. Eso sí, si bien la perfección no tiene por qué ser inmaculada, si tiene que ser simétrica, y de los 27 outs que se fueron sucediendo de forma consecutiva 9 fueron ponches, 9 roletazos y 9 elevados. Un diamante dentro de un diamante.
Así, en su segundo turno al bat Erik Rodríguez conectó con solidez la pelota y tuvo que lucirse Willie Romero con su fildeo; en la cuarta entrada, el lanzador de los ‘Melenudos’ comenzó a tomar conciencia de lo que podía suceder; en la séptima entrada, la ‘fatídica’ para los conocedores del ‘Rey de los Deportes’, hubo un toque de pelota que casi le hizo perder la concentración al serpentinero y en la novena entrada la cuenta se fue al máximo, 3 bolas y 2 strikes, para añadirle un toque todavía más dramático a la velada.
Cabe destacar que los mayas representaban el cero de diferentes formas: un caracol, una concha, una semilla, un ojo. Bien, pues Óscar Rivera, el yucateco más sonoro, lo representó con la misma simpleza durante una tarde noche de verano en el Mayab: una pelota de béisbol que se hacía invisible conforme se acercaba al home. Cero absoluto, la temperatura de la perfección.
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