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El único de Homún

Por: Miguel Cocom
Fotografías: Itzel Chan y Natalia Cocom

Tablero interactivo: Ilse Bonilla de Púrpura Analytics

En Homún hay registrados y ubicados más de 365 cenotes, uno para visitar cada día del año sin tener que repetir locación. En este municipio de Yucatán con cerca de 10 mil habitantes mucha de la economía gira en torno a estos pozos naturales. De lunes a domingo hay visitantes nacionales e internacionales recorriendo sus cavidades y formaciones subterráneas. En ocasiones, hay más actividad turística en las entrañas de esta localidad que en su superficie. El inframundo maya es una maravilla infravalorada.

Los mototaxis son ese vehículo que conecta el exterior con el interior, ya que ellos también sirven como guías turísticos y recomiendan las fuentes de agua, grutas y restaurantes que valen la pena visitar. Precisamente, uno de los mototaxistas fue quien nos dio santo, seña y ubicación de don Gaspar Chan Guerrero: “Sí, sí lo conozco, mira, de acá del Palacio Municipal sigue cuatro calles, dobla a la izquierda y te vas a topar con una tiendita, ahí, la casa de enfrente es la de Gaspar y su familia”. Y es que nosotros no buscábamos formas de agua dulce, sino expresiones de agua salada en la localidad.

Un solitario en un padrón multitudinario

El nombre de Gaspar Chan Guerrero, mejor conocido como “Chavo”, sobresale entre los más de 12 mil 700 que aparecen en el Padrón de Pescadores 2024 del Estado de Yucatán, un listado en el que los hombres de mar de Progreso, Hunucmá y Tizimín son amplia mayoría. De los 106 municipios de Yucatán, 59 tienen presencia en el padrón, destacando los costeros y las localidades más cercanas al mar.

En ese censo, Gaspar Chan es el único pescador registrado de Homún. Y si bien la pesca es, por naturaleza, una actividad solitaria, don Gaspar es un solitario al cuadrado, una excepción por partida doble. Su casa se encuentra a cuatro calles del centro del municipio, pero a 100 kilómetros por carretera del puerto más cercano, por lo que llama la atención que alguien tan anclado en tierra firme haya dedicado su vida a la actividad pesquera. Y es que si bien en Homún es común dedicarse a la defensa del agua, no es nada común ser pescador.

Una vocación de segunda generación

Juan López, así se llama el causante de que haya pescadores, aunque pocos, en Homún.

“Mi papá tuvo un cuñado que vive en la costa, se llama Juan López, él se casó con una de mis tías y empezó a llevar a mis tíos y a mi papá a pescar. Y como aquí ya no había ejido ni alguna actividad del campo, pues aprendieron a pescar y a pasar buena parte de su vida en los barcos”.

Gaspar tiene 51 años y desde los 16 se dedica a esta actividad. Al terminar la secundaria escuchó el canto de las sirenas y se alejó de tierra firme. De la superficie a las profundidades en un solo paso porque aprendió a bucear en Holbox. “Tengo familia allá, una tía, y mi tío se dedicaba a bucear y a pescar langosta, entonces como ya no estaba estudiando me fui para allá a aprender y a trabajar”.

A su regreso, habló con su papá y se decidió por seguir la vocación marítima, una en la que ya lleva 35 años y que le ha permitido sacar adelante a su familia. Tiene un hijo que es técnico en sistemas y trabaja en Mérida y una hija que está por concluir sus estudios de enfermería. El océano le permitió llevar a los suyos a buen puerto.

Eso sí, no todas las mareas han sido favorables. Desde hace unos años la cosecha del mar no es tan fructífera. “Antes, en estas fechas, pescábamos hasta 4 toneladas de mero y ahora sólo regresa la flota con 700 kilos”. Por eso, ahora Gaspar también compagina su vocación de hombre de mar trabajando en las alturas. De un extremo a otro, ya que para completar el gasto cuando está en tierra se dedica a impermeabilizar techos. De la humedad y soledad de un cayuco a combatir la humedad en las azoteas de las casas. El sol, ese siempre está presente en sus labores.

A jubilar el mar

El mar es asunto de sus ojos, sus manos y de su piel. El cuerpo curtido a puro rayo de sol y sal es prueba fehaciente de ellos. El océano también ha sido su patria durante décadas, así lo constata su documento de Identidad Marítima y Libreta de Mar, expedidos por el Gobierno Federal conforme a lo establecido por la Organización Internacional del Trabajo.

Unos papeles que guarda con mucho celo y en los que si bien se lee al pie de la letra “Este documento no es un pasaporte” le han permitido embarcarse por largas temporadas a su segundo hogar. Uno en el que ya tiene su rutina muy bien definida:

  • 4:30 – Despertar
  • 5:00 – Desayuno
  • 5:30 – Revisar cantidades de agua, anzuelo, carnada
  • 6:00 – Primera ronda de pesca en el cayuco
  • 11:00 – Regreso al barco
  • 11:30 – Almuerzo
  • 12:00 – Segunda ronda de pesca en el cayuco
  • 17:00 – Fin de la jornada de pesca
  • 17:30 – Regreso al barco
  • 18:00 – Se pesa la pesca
  • 18:30 – Se lava la pesca
  • 19:00 – Se embolsa la pesca
  • 19:30 – Cena
  • 20:00 – A dormir

Durante 22 o 23 días este ritual se repite de forma cronométrica. Lo que ya no llega tan puntual es la pesca. En esa patria salada a unas leguas de su patria hay escasez de recursos. La temporada de mero comenzó el 1 de abril – ya que el periodo de veda es del 1 de febrero al 31 de marzo –, pero a más de 10 semanas de iniciada la temporada, las cuentas no salen. A lo que hay que sumar el mal tiempo y las lluvias en Yucatán de los últimos días, lo que ha obligado a mantener cerrados los puertos del litoral debido a las condiciones meteorológicas. Algunas voces también señalan que la drástica caída en la recolecta de pesca es porque no se ha respetado debidamente el periodo de veda, otras más indican que es consecuencia del cambio climático, por lo que la temperatura del mar ha subido y la especie se aleja mar adentro.

Un mar adentro que también está presente en su casa. Ahí en su patio se siente todavía el oleaje. A la entrada de la vivienda de don Gaspar se secan al sol muchas de las herramientas que utiliza durante su labor.

En su itinerario ya ha recorrido los más de 370 kilómetros de litoral yucateco. Desde Celestún hasta El Cuyo, pasando por Sisal, Chuburná Puerto, Chelem, San Benito, Telchac Puerto, San Crisanto, Santa Clara, Dzilam de Bravo, San Felipe, Río Lagartos, Las Coloradas y muchos puertos y muelles más. Hablar con Gaspar es como abrir una enciclopedia marítima. Si bien fue arisco al principio, al final de la charla se soltó compartiendo anécdotas y conocimientos, como buen pescador.

A sus poco más de cinco décadas de vida se ve sólo un tiempo más dedicándose a la pesca, en cuanto su Libreta de Mar expire se dedicará a otra cosa. Fuerza no le falta y su reloj biológico conoce muy bien las manecillas del trabajo duro, por lo que oportunidades de chamba no le faltarán a alguien que, como él, conoce las profundidades y las alturas de la Península de Yucatán. La cima y la sima del Mayab.

No obstante, tendrá que adaptarse al suelo firme. “Estoy más acostumbrado a la vida de pescador que a la vida de acá en tierra”, expresa ‘Chavo’ quien se hizo maduro en el océano y que ya está listo para nuevos destinos en los que fondear. Jubilar el mar es una de sus metas, aunque el cordel en sus manos augura una nueva salida en ese mar tan lejos de Homún, pero tan cerca de su casa.

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