Por Itzel Chan
Se dice que un artista lo es si logra reflejar la realidad de su entorno en su obra, pero también es artista quien logra llevar una situación personal a un espacio en el que la persona espectadora también lo toma como propio y empatiza. Esto es lo que consiguen en escena Daniela Esquivel y Ananda Rubio Mena con la dirección de Domingo Ferrandis en ‘Aquel día de junio’.
Daniela Esquivel es directora de escena, actriz, productora, gestora cultural y docente teatral, y con toda esta experiencia reunida trabaja de la mano con Ananda Rubio, una joven actriz que guarda tanto en sus entrañas y así deja verlo durante todas las escenas y en especial, una en la que canta ‘Las mañanitas’ de una forma tan conmovedora que te preguntas sobre lo que ha vivido a su corta edad.
A pesar de que el tema de la pandemia ocasionada por coronavirus (COVID-19) ha sido abordado de muchas maneras en el cine, teatro, literatura y otras expresiones artísticas, en ‘Aquel Día de Junio’ llevan este argumento de una manera íntima a causa de la pérdida de familiares que fallecieron por la presencia del virus en sus cuerpos.
Daniela perdió a su padre y Ananda, a una amiga; entonces mucho de lo que se presenta es personal y cuando te detienes sientes propia la circunstancia, la nostalgia, la pérdida.
Los personajes que representan las actrices se sostienen de sentimientos como la resignación, tristeza y el desconsuelo, pero también de la rabia y la impotencia por no tener a sus familiares presentes y esta situación es la que vivieron parientes de las más de 400 mil personas que perdieron la vida por esta enfermedad, de acuerdo con el Inegi.
Aunque al inicio de la obra no encuentras fácil el ritmo ni un cruce de cómo estos personajes de distintas edades conviven, si te quedas, respiras y eres paciente, tenlo por seguro que a mitad de la obra se logra encontrar razón y entiendes que ni una edad estuvo exenta de los efectos pandémicos.
La sensibilidad de Daniela guía y nos lleva al encuentro con Ananda, quien a pesar de su breve experiencia en el escenario mueve fibras desde la reflexión hasta el sentimiento, tanto que dan ganas de pararte de tu asiento y correr a abrazarla.
Daniela nos da una pista y es que siente demasiada nostalgia por su adolescencia y eso nos lleva a lo preciso del por qué ella no pierde curiosidad de cada eco que existe en un día a día y el por qué las ausencias duelen tanto. Ananda mientras tanto lo va descubriendo todo, entre tanto el dolor.
En esta obra Daniela nos envuelve en una espiral de épocas, recuerdos y situaciones propias, ambientadas por Andy Alonzo quien funge como DJ de la fiesta que hace similitud con la vida misma y sus cambios de tono y ritmo.
La obra que nos permite como público mirar con atención, mirarnos con atención se presentó recientemente en Mérida, aunque también ha tenido presentaciones en la Ciudad de México.