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“Las chicas bonitas deben sonreír siempre”

Bizarra

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Por Itzel Chan, Miguel Cocom, Natalia Cocom

Después de ver la película ‘La Sustancia’ las impresiones son tantas que quizá nos quedemos en corta medida:

Pocas películas nos dejan rumiando las escenas por algunos días y quizá esta cinta sea una de ellas porque se trata de una dosis recargada de emociones diversas que van desde lo trivial hasta lo más intrínseco.

El personaje inicial, Elisabeth Sparkle (protagonizada por Demi Moore) es una actriz y presentadora de TV que se ve amenazada por el envejecimiento, algo que nos asusta a todas las personas, pero en especial con las mujeres es doble la carga y con esta película quizá pretende la directora y guionista Coralie Fargeat (que al ser mujer), dejarlo más que claro.

Se trata de una película que nos sumerge en la parte humana, obscura, vanidosa y también más egoísta que tenemos y que día a día no nos atrevemos a ver, también la parte más vulnerable y triste de nuestros seres.

Hay una frase que incluso dice: “no te puedo dejar ir porque me odio a mí misma” y ahí demuestra que a veces en la búsqueda de ser otras personas no nos aceptamos y aborrecemos nuestros cuerpos, nuestra realidad, nuestro existir.

Sin muchas expectativas encontramos en ‘La Sustancia’ una película tremendamente sensorial a tal grado de llevarnos en diversas escenas en menos de un minuto a sentir lo que la protagonista sentía cuando el líquido que le permitiría ser joven nuevamente, corre por todo su cuerpo, un éxtasis no tan grato.

Se trata de líneas rojas. Formas disonantes. Ruido agudo y espiral que inquieta a tal grado que sientes miedo que eso dure por mucho tiempo en la sala de cine, porque entonces quizá no podríamos soportarlo.

La trama comienza por presentarnos a una actriz célebre que luego se convierte en una instructora de fitness en un programa llamado “Sparkle Your Life with Elisabeth” y de un momento a otro Harvey (Dennis Quaid), uno de los ejecutivos del canal, considera que su etapa frente a pantallas ya caducó porque rebasando los 50 “todo se acaba”.

Por cierto, el personaje de Harvey es un hombre que representa de una forma retorcida y con su debida sátira a la industria de la pantalla, a tal punto que causa repulsión.

Así entonces Elisabeth es echada de la fama y comienza el declive, a pesar de que a simple vista la protagonista construida por Moore que tiene poco más de 60 años, es bellísima, pero para ella (el personaje), quien está rodeada de espejos en todo su trayecto y día a día esto no es nada suficiente y quiere regresar a la firmeza de las nalgas, a la frescura de la piel, a la tonicidad que se tiene a los 20.

Esto le lleva a tomar La Sustancia y mediante un procedimiento científico retorcido surge, bueno, no, nace a partir de su columna rota Sue (Margaret Qualley), quien con una versión más joven de Elisabeth misma logra la atención de los reflectores, y la fama la alcanza, mientras Elisabeth empieza a secarse como una planta sin agua bien a prisa.

Cuando Sue, quien en teoría es una misma con Elisabeth, descubre que puede ser independiente e individual, comienza a importarle poco “la matriz” o sea el cuerpo de Elisabeth y abusa de las dosis que su cuerpo le da, cual adicta a una droga potente.

Aunque la indicación inicial fue rotunda que no se olvidaran que son la misma persona, esto pareció salirse de las manos de los dos personajes y comenzaron a ser rivales aunque se trataba de la misma existencia ¿Cuántas veces no hemos sido rivales de nosotrxs mismxs?

La película es extrema en todo y fascinante.

Al mismo tiempo, para quienes no somos personas cinéfilas, pero que de vez en cuando hemos visto algo de cine, presentimos que esta película hace guiños con otras diversas como Réquiem For a Dream, El Resplandor, La Muerte te sienta bien, Carrie, Suspiria y quizá otras que no notamos en ese momento.

Lo que vimos desde la literatura:

“Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver” dice uno de los poemas más famosos de Rubén Darío. Porque, así como encontramos referencias cinematográficas, en Ventanas Rotas no podemos dejar de señalar que se aprecian las cintas precursoras del filme de Fargeat, pues el tema de la búsqueda de la juventud interminable también es recurrente en la literatura.

Como botones de muestra tenemos el Fausto de Goethe donde el personaje central hace un pacto con el diablo para intercambiar su alma a cambio de la juventud eterna; igual en El retrato de Dorian Gray escrito por Oscar Wilde, el protagonista se encuentra obsesionado con la belleza y la juventud.

Además de este tema del narcisismo y el miedo a que pasen los años, la película de La Sustancia también aborda la dualidad presente en la naturaleza humana, el ying y el yang, la luz y la oscuridad, lo bueno y lo malo. Un asunto que se aborda en textos como El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Stevenson, o la novela de Chuck Palahniuk, El club de la pelea, que también fue llevada a la pantalla grande por David Fincher con muy buenos resultados.

Ahora bien, ¿lo que nos mueve como seres humanos es la búsqueda perenne de la juventud o el temor a envejecer?

Dato: hay muchísimos close up y nos remite a videos tipo  ASMR (siglas para “Autonomous Sensory Meridian Response”, en español Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma); es decir, audios para incrementar tu sistema auditivo sensorial y generar emociones diversas y posibles sentimientos. 

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