Por Itzel Chan
Tabasco es una tierra reconocida por su alegría desbordante, su música de tamborileros y la calidez de su gente. Pero en paralelo a esa imagen festiva habita otra realidad: la violencia que se cuela en cada rincón del estado, la ausencia de justicia y la inacción de las autoridades locales.
En los últimos días, los reflectores nacionales se posaron sobre este territorio. Fátima Bosch, originaria de Teapa, fue anunciada como representante de México en el certamen internacional “Miss Universo”. La noticia es celebrada por miles de personas y es totalmente válido, la tierra olmeca merece celebrar algo después que el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de 2024, registró que Villahermosa como una de las ciudades más violentas del mundo, tomando en cuenta el número de homicidios por el número de habitantes de cada ciudad. A tal grado que se le comparó con Culiacán y Sinaloa.
Así que en este 2025 contar con una noticia que haga vibrar a la gente de Tabasco es válido.

El regreso de Fátima al “edén” fue épico y el 28 de septiembre, unas 350 mil personas se reunieron en Villahermosa para acompañarla en el desfile de carros alegóricos. El gobernador Javier May compartió imágenes de la celebración y destacó la magnitud del orgullo colectivo.
Sin embargo, mientras una mujer es convertida en símbolo de triunfo, la violencia contra cientos de tabasqueñas permanece en las sombras del gobienro estatal. Apenas el 1 de octubre, dos feminicidios se registraron en Jalpa de Méndez.

Estos datos se suman a otros que registró el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), pues se reportó hasta agosto de 2025 un total de 20 feminicidios en Tabasco, con una tasa de 1.58 casos por cada 100 mil mujeres: una de las más altas del país.
Al respecto, colectivos y medios locales señalan que la realidad es aún más cruda. El colectivo Ni Una Menos Tabasco advirtió que en las primeras siete semanas del año se habían cometido ya seis feminicidios, y denunció que solo el 10% de los casos logra judicializarse.

A mediados de año, la entonces directora del Instituto Estatal de las Mujeres, Claudia Magaña, minimizó la problemática al declarar que “solo” había seis casos; sin embargo, los registros federales ya contabilizaban 16, y organizaciones feministas como el Frente Abolicionista de Tabasco denunciaron que en realidad sumaban 28.
Para octubre, el colectivo Colectiva de Mujeres Ceiba Tabasco elevaba la cifra a 36 asesinatos de mujeres, frente a los 22 reconocidos oficialmente. La diferencia se explica por la falta de tipificación adecuada porque muchos homicidios dolosos no son investigados con perspectiva de género y quedan fuera de la categoría legal de feminicidio. Ese subregistro, coinciden las colectivas, es otra forma de invisibilización.
Así, mientras Tabasco se llena de fiesta por una corona, en las estadísticas y en los silencios gubernamentales se multiplican las cruces.

La incongruencia es evidente porque se celebran símbolos, pero se desatiende la vida de las mujeres. El brillo de la Flor de Oro y de Miss Universo convive con la oscuridad de una violencia feminicida que no cesa. En Tabasco, la corona de las flores resuena en medio de una realidad donde la vida de muchas mujeres se apaga sin justicia.
El reto no es que termine el jolgorio, sino lograr que el mismo entusiasmo que el Gobierno del Estado vuelca en celebrar a una representante también se traduzca en dar justicia para las que ya no están y sus familias.




