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La luz que NO las contiene: Fotografía Boudoir en México

Por Itzel Chan y Miguel Cocom

En una sociedad donde se exige la perfección de los cuerpos, la fotografía Boudoir que se desarrolla en un ambiente seguro y de acompañamiento es un oasis para romper estereotipos.

Mariana Quimé es una fotógrafa mexicana que se ha especializado en la fotografía Boudoir; es decir, un estilo donde a través de imágenes artísticas una mujer reconoce y muestra su sensualidad en lencería, pero más allá de eso se despoja de prejuicios en relación a los cuerpos que exige la sociedad.

La fotógrafa, que creció en Cuautla, Morelos y desde hace varios años radica en CDMX, define su labor artística de una forma bastante sencilla:

“Mi trabajo es como si me juntara con una amiga y jugáramos a posar para vernos sensuales, siempre en un marco de respeto y profesionalismo.”  

Y sí, aunque lo describe desde una perspectiva lúdica, hay mucha calidad y profesionalismo en su trabajo.

Para ella, la fotografía boudoir es toda una experiencia que permite a las mujeres darle un abrazo a su belleza y feminidad. Y los abrazos se dan mucho mejor en un ambiente seguro y donde tanto la fotógrafa como la modelo se sienten  cómodas y en confianza absoluta.

Mariana Quimé lo describe como un marco, utilizando un término muy propio del arte que domina, de “sana complicidad”. 

Incursionó en este estilo de fotografía hace ya más de 8 años, cuando compró una cámara como pasatiempo; posteriormente se inscribió a varios cursos y comenzó a hacer sesiones de embarazo y familiares.

Un día vio una imagen que atrapó su atención, y ahí fue cuando decidió dedicarse totalmente a este estilo por lo que pidió a una amiga fuera su modelo y consiguió una locación prestada.

A partir de ese día se dedica única y exclusivamente a la fotografía Boudoir, una palabra francesa que significa “tocador”. 

Susan Sontag escribió en uno de sus ensayos más memorables, En la caverna de Platón, que “Las fotografías son en realidad la experiencia capturada y la cámara es el brazo ideal de la conciencia en su afán de poseer. Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado.”

No obstante, en México ese intento de “apropiarse” llegó hace unos meses a niveles extremos porque un fotógrafo intentó incluso registrar la palabra “Boudoir” ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual (IMPI), lo que provocó alboroto e indignación entre la comunidad ante un recurso completamente desleal e ilegal, ya que el propio IMPI señala que no se pueden registrar las palabras de uso común o los nombres técnicos. 

Una de las mujeres que ha estado en sesión con Mariana la describe como fregona en lo que hace, pero sobre todo se agradece haberse dado la oportunidad de vivir la experiencia y permitir sentirse acompañada.

“Te sientes diosa, mujer empoderada, entaconada. No hay nada más bonito que sentirte a gusto en tu propia piel”.

Otra mujer más que ha modelado para la lente de Mariana describió que de principio a fin fue una experiencia muy agradable y lo tomó como un momento para consentirse.

“Desde que te invita la copita de vino todo se siente más relajado y para mí es un momento para darnos más amor”.

Todas las modelos coinciden en que Mariana se ha vuelto una experta en su área y que tiene ese amor por lo que hace.

¿Cómo es una sesión Boudoir? 

Una de las principales referentes de Mariana Quimé en el medio es la artista Jennifer Williams, una fotógrafa de Vancouver. A ella le ha aprendido, además de referencias visuales, la importancia de preparar la sesión desde el primer contacto.

Ya sea vía telefónica, por whats o por redes sociales, Quimé brinda toda la información: precio, paquetes, locación, tiempo de entrega y resuelve todas las dudas por mínimas que parezcan.

Una vez hecha la reservación y agendada la fecha, les proporciona un documento guía con tipos de lencería, definiendo los colores y tonos que más les convenzan y recomendándoles cómo prepararse en cuanto a alimentación, cuidados básicos y qué llevar en la maleta para que no les falte nada en el estudio. 

Ya cuando llega la fecha, las espera en la locación elegida para trabajar una a una, sólo la modelo y la fotógrafa, para crear una atmósfera de confianza en la que todo fluya fácilmente.

“Empezamos con poses sencillas, las voy acompañando en su totalidad y poco a poco van mostrando esa parte sensual que todas tenemos. Salen felices, liberales y empoderadas.” 

¿Qué se llevan de las sesiones? 

Algo que recalca mucho la artista visual es que cualquier mujer sin importar su edad, corporalidad o condición física puede hacerse la sesión; regularmente las clientas son mujeres entre 30 y 50 años que buscan darle un apapacho a su autoestima y hacer las paces con su cuerpo.  Señala que su clienta más grande fue de 74 años.

“He fotografiado a mujeres en silla de ruedas, sobrevivientes de cáncer, solteras, viudas, divorciadas. No hay ningún tipo de impedimento. Toda mujer es única y esta sesión les ayuda a confirmarlo.” 

Y así es, salen llenas de confianza y autoapapacho. De acuerdo con la fotógrafa, “rompen creencias sobre sí mismas, llegan a reencontrarse con esa mujer sensual que sigue en su interior. Salen empoderadas y sabiéndose valiosas. No es solo una sesión de fotos, es una experiencia de vida con mucha carga emocional.” 

Mariana Quimé, desde el otro lado del lente, aprendió también a amarse y aceptarse con la evolución que ha tenido su cuerpo al paso de los años. Tiene claro que la actitud pesa más que unas piernas sin celulitis o un abdomen marcado.  

La fotógrafa sabe dar luz a cosas hermosas. Lo hemos comprobado, porque quienes escribimos este texto conocemos muy bien a su hija, Natalia. Y además de su trabajo artístico de alta manufactura, muchas veces tuvo que llevar a Natalia a las sesiones, como madre divorciada y separada.

Y parece ser que ahí está brotando la semilla de la fotografía y la edición. Lo que demuestra que sus sesiones como mamá también las sabe abordar en un marco de empatía y sensibilidad. Así sea.

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