Por Itzel Chan
Los manglares, guardianes naturales frente a tormentas y fuente de vida para miles de comunidades costeras, enfrentan una amenaza silenciosa: el calentamiento del océano. Un estudio internacional advierte que el aumento de la temperatura marina podría frenar los esfuerzos globales de restauración y traducirse en pérdidas económicas que alcanzarán los 28 mil millones de dólares anuales hacia 2100.
En las últimas décadas, la presión más fuerte sobre los manglares fue el cambio de uso de suelo debido a la tala para abrir paso a la agricultura, la acuacultura o la expansión turística. Sin embargo, ahora el principal riesgo proviene del propio clima. El análisis muestra que los manglares responden de manera no lineal a la temperatura, es decir un calentamiento leve puede favorecer su crecimiento, pero más allá de cierto umbral, el calor extremo reduce su capacidad de regenerarse y los lleva al deterioro.

Las cifras son contundentes. Para finales de siglo, la superficie de manglares será 150 mil hectáreas menor en comparación con un escenario sin cambio climático. Y el golpe no será parejo: Asia concentrará el 65% de las pérdidas económicas, seguida por Medio Oriente y África (19%), América Latina y el Caribe (13%) y apenas un 3% en países de la OCDE. El estudio también proyecta un aumento global de 3.9 °C en la temperatura media hacia 2100, suficiente para causar daños generalizados en los ecosistemas de manglar.
Más allá de los números, lo que está en juego son los servicios ecosistémicos que sostienen la vida de millones de personas, pues dependen de la captura de carbono, la provisión de alimentos, la regulación del agua y la protección cultural que los manglares ofrecen a las comunidades costeras. Allí donde el mar golpea con más fuerza, los manglares se convierten en un escudo vital frente a tormentas y huracanes.

La investigación enfatiza que las estrategias de conservación deben adaptarse a cada región, ya que los impactos del cambio climático no se distribuyen de manera uniforme. Para algunas comunidades, perder sus manglares significa perder su principal sustento económico; para otras, implica perder una parte esencial de su identidad cultural.
El estudio, desarrollado por instituciones de Estados Unidos, México y Europa, también lanza un llamado a repensar las políticas internacionales. Si bien el crecimiento económico local puede favorecer la protección de los manglares, el calentamiento global borra esos avances y profundiza la desigualdad entre norte y sur. Mientras las naciones industrializadas concentran apenas una fracción de las pérdidas, los países en desarrollo cargarán con la mayor parte de los daños.

Frente a este panorama, el futuro de los manglares dependerá de decisiones urgentes: financiamiento internacional, políticas locales de conservación y un replanteamiento de los modelos económicos que siguen presionando a los ecosistemas costeros. El océano más cálido recuerda que el tiempo para actuar se acorta y que proteger los manglares no es sólo una cuestión ambiental, sino también de justicia social.
El estudio fue realizado por un equipo internacional encabezado por la Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California San Diego, en la que se involucran el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, UNAM (México), RFF-CMCC European Institute on Economics and the Environment (Italia), NOAA Physical Sciences Laboratory (Estados Unidos), Leibniz Universität Hannover, Institute of Earth System Sciences (Alemania) y School of Global Policy and Strategy, UC San Diego (Estados Unidos).




